Autora: Alejandra Grajales López
Para muchos espectadores el solo hecho de leer este titular podría sonar como una burla, para la mayoría de colombianos lo es, sin embargo, el dilema moral que se presenta actualmente en el país gira alrededor de esta verídica situación. Para comprender el porqué es esto posible, tendremos que devolvernos a un suceso histórico que ha marcado la historia colombiana y es el nacimiento, en 1964, de uno de los grupos más violentos y de izquierda de nuestro país, las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Un movimiento terrorista que, con ayuda del narcotráfico y la comisión de diversos delitos como secuestro con fines políticos y extorsivos, homicidio, atentados con bombas, desplazamiento forzado, reclutamiento de menores, destrucción de puentes y carreteras, entre otros, lograron aterrorizar y destruir miles de familias colombianas por más de 50 años. A raíz de esta circunstancia el presidente Juan Manuel Santos inicia oficialmente, en el año 2012, los famosos “Diálogos de paz” que culminan con la firma de los acuerdos en septiembre de 2016. Entre los puntos del suscrito documento se encontraba la Participación Política para la construcción de la paz, lo cual implicaba la creación de partidos políticos y curules en el Congreso de la República para la participación de los desmovilizados de las FARC, todo ello como un mecanismo para ampliar la democracia y solucionar los conflictos de forma pacífica a través de votos y sin armas. Lógicamente el pueblo colombiano se alarmó, y se preguntó ¿cómo es posible que estas personas con tan aberrantes antecedentes, mediante una amnistía, puedan ser los futuros padres de la patria?, y para expresar dicho sentimiento más del 50% de los votantes dijo NO en el Plebiscito que iba a refrendar tales acuerdos. Sin embargo, el Gobierno Nacional no iba a perder 4 años de esfuerzos y caro presupuesto por la decisión de la mayoría, así que optó por realizar un fast track para aprobarlos. Diversos países del mundo celebraron tan maravillosa decisión, al fin llegó la paz para Colombia decían, la ONU, la Comunidad Andina de Naciones, la OEA y demás organizaciones involucradas se sentían orgullosas de lo que habíamos conseguido, pero, ¿cómo se sentían las víctimas y demás personas que fueron abatidas por la guerra?. Con el tiempo, algunas circunstancias comenzaron a mejorar, se podía evidenciar más tranquilidad en cuanto a temas de seguridad en el sector rural, de resocialización, reconciliación, oportunidades y otros, hasta que iniciaron las candidaturas para las elecciones presidenciales del 2018. Los candidatos habituales de los distintos partidos de la República comenzaron su campaña electoral y escribo la palabra “habituales” porque todos sabíamos que iban a lanzarse, aunque, no nos imaginábamos que Rodrigo Londoño alias “Timochenko” ex – jefe de las FARC sería uno de ellos, ¿quién podría creerlo?, ahora representa al partido político Fuerzas Alternativas Revolucionarias del Común, es decir, FARC, precisamente se denominó así para no alterar su identidad, pero sí su alcance. Para la mayoría era desagradable tener que aceptar las curules del Congreso otorgadas a las FARC, aunque solo tuvieran voz y no voto, era aceptable, pero, la Presidencia de la República, no es cualquier cosa. Y desde entonces, los comentarios, rumores, pronósticos negativos y demás han dado de que hablar día a día en las noticias de este país, tales como que seremos la próxima Venezuela, que tendremos un país Castro-Chavista, que nos volveremos de izquierda, que entraremos en guerra, entre muchos más, pero el principal argumento que se debate es la impotencia de saber que se permitió la elegibilidad de desmovilizados de las FARC independiente de sus responsabilidades penales. Y sucedió lo que sabíamos que iba a pasar, Timochenko inicia su campaña electoral en diversos Departamentos del país, entre ellos, Quindío, lugar donde actualmente resido, y la reacción de la comunidad en la ciudad es totalmente intolerante, a tal extremo, de gritarle insultos y dañar el medio en el que se transporta. Y ¿dónde quedó la cultura de paz?, claramente el país no estaba preparado para eso, no obstante, muchos campesinos y personas de otros sectores sociales lo apoyan, teniendo en cuenta que sus ideas y propuestas se inclinan a “liberar la democracia, proteger a los vulnerables y al pueblo colombiano”, es decir, dejar de elegir los “mismos y las mismas”, eso suena parecido a las ideas populistas de Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos de América, que sinceramente jamás creí que fuera a ganar. Pero, y ¿qué hay de los otros candidatos?, tampoco es que sean lo mejor del país, la diferencia es únicamente que pertenecen a otro partido, les resumo, Alejandro Ordoñez Ex Procurador General de la Nación, homofóbico, conservador, retrogrado y demás calificativos de alguien que perfectamente no defendía los derechos humanos, Gustavo Petro, Ex Alcalde de nuestra bella capital la cual la dejó hecha un caos, ex integrante del M-19 (Otro grupo al margen de la ley ya disuelto), Germán Vargas Lleras, un político ex ministro y ex senador el cual utiliza sus influencias y el presupuesto nacional para hacerle creer a la sociedad que por él ha sido posible la construcción de diversas obras, Humberto de la Calle, abogado, ex ministro y ex vicepresidente, negociador de los Acuerdos de Paz el cual utiliza su imagen y poder en lo que le conviene, Sergio Fajardo ex Alcalde de Medellín, y ex Gobernador de Antioquia, de ideología izquierdista, entre otros, que son reconocidos pero tienen menos posibilidades de ganar. En resumidas palabras, cada uno de ellos también ha realizado actos que han atentado de cierta forma en los intereses de la comunidad. En conclusión, la democracia es un sistema de participación pluralista, el cual invita a la sociedad a tomar, de forma pacífica, la elección de quiénes serán sus representantes por un periodo de 4 años, más que lamentarse y criticar la situación que se está presentando, es indispensable que cada colombiano, a través de su voto, refleje su posición ideológica, si está de acuerdo con algún candidato será en la urna donde pueda manifestarlo, pero, si no se encuentra acorde con las propuestas presentadas, tiene la opción de marcar su voto en blanco. Lastimosamente no existe esa cultura en Colombia, muchas personas prefieren no salir a votar, otros deben entregar su voto para conservar su empleo (sector público), otros tienen la creencia que el voto en blanco sumará a los demás candidatos, entre muchos otros tabúes que se presentan en la sociedad. El ideario de la democracia siempre se ha enfocado en construir un camino que integre una “cultura de reconciliación, convivencia, tolerancia y no estigmatización ”, esta prueba de fuego es la que le corresponde asumir a todos los colombianos en estos momentos de elecciones. El futuro del país está en nuestras manos. Aunque debo admitir que siento temor, al igual que muchos compatriotas, de que exista tan solo una probabilidad de que gane Timochenko.
(1)Oficina de Alto Comisionado para la paz. Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Colombia. 2016