Autor: José Alfonso Aparicio @ppe_poncho
Cuando elegimos el nombre de la Revista, pensamos en lo poderoso que es replicar lo que nos parece que merece una reacción desde los derechos. Si se violan alguien debe denunciarlo, decirlo, evidenciarlo, y darle voz y eco, como única forma de garantizar su reparación efectiva. Sin embargo, con el terremoto del 19 de septiembre pasado, hablar de “réplica” nunca había sido tan temido. Pensarán los lectores que por los impactos de la naturaleza, y no se equivocan, sin embargo la réplica que evidenciamos es la social. Tembló y salimos a las calles para ayudar al otro, para sentirnos útiles frente a un acontecimiento que nos demandaba humanidad. Me conmociona ver tantas y tantas personas en las calles, en las zonas afectadas ayudando y solidarizándose de muchas y tantas formas. Solo gritando el “nada humano me es ajeno”, la mayoría jóvenes. No puedo decir lo mismo del gobierno, lo dudé, pero volví con mi habitual desconfianza. Les cuento.
- 1. Comencé a leer notas dispersas, de diversos medios, en que se decía que el Gobierno no había aceptado ayuda técnica y especializada de algunos extranjeros; también al transcurrir los días, leí que hubo acontecimientos de desvíos de los apoyos por parte de gobiernos estatales y del propio Televisa y Tv Azteca para ponerles sus etiquetas; la mentira de una niña “Frida” que nunca existió. Entre otras denuncias.
- 2. Dudaba un poco, porque en la Colonia Roma, zona que resultó muy afectada en la Ciudad de México y en la cual vivo desde siempre, veía presencia del Estado en sus tres niveles (empleados delegacionales, policía capitalina y ejercito y marina) y creía que esto marcaba la diferencia a lo que mis padres vivieron en 1985. Sin embargo, al participar de voluntario no puedo más que decepcionarme del actuar del gobierno.
- 3. Su actuar no ha sido transparente. Es opaco en las formas en que se encuentra realizando las labores (tanto de rescate de personas, de cuerpos fallecidos y en lo que puede o no ser útil la sociedad civil).
- 4. Una de varias historias que viví. En uno de los edificios derrumbados, habiendo cuerpos aun dentro, se decidió en menos de 72 horas de ocurridos los hechos, introducir la maquinaria pesada en contra de la voluntad de los familiares que se encontraban acampando. El gobierno, antes, les aseguró que ya habían extraído los cuerpos de sus familiares, pero al ir a la “morgue” no correspondían a los cuerpos. Sin embargo, el ejército convenció a un primo para que se continuara usando la maquinaria pesada -mismo que sirvió de división para la familia y de pretexto para el gobierno-, el padre ya estaba cansado, dolido, confundido, y parecía resignado a que encontraría muerta a su hija. No había nadie ya en los hechos, porque con el contingente de brigadistas de más de 200 personas con el que llegué, junto con mis hermanos, el ejército se encargó de cansarlos durante más de 5 horas, en las que nos decía un militar -encargado de la comunicación con el exterior-, que sí pasaríamos a ayudar; cada hora aproximadamente nos decía algo o nos daba una escafandra/mascarilla que los propios militares tenían en cajas; nos indicaba que los que no tenían botas no pasarían; después nos decía que como había químicos tóxicos era delicado pasar; quienes no hubieran comido no pasarían; después que quienes no tuvieran guantes adecuados no pasarían… y así cada hora. El policía encargado de la valla de policías de la CDMX que cubría el primer perímetro del exterior, en sentido contrario, desde el principio, nos aseguró que no pasaríamos y que era una mentira porque él tenía orden de no dejar pasar a nadie en ningún momento y que así estaba en todas las zonas. Sin embargo, como el ejército era el que controlaba adentro de las operaciones y no se comunicaba con la policía, teníamos la esperanza de que íbamos a ser útiles dado lo dicho por el enviado militar. Así transcurrieron muchas horas, llovió, muchos temieron por los supuestos tóxicos y poco a poco se fueron yendo, hasta quedar 5 personas de los 200 voluntarios. En ese momento nos percatamos de la existencia de los familiares acampando, conocimos su historia y nos indignamos, pero ya no había nadie. Entre los poquísimos que quedábamos llamamos a los medios de comunicación que pudimos y en las redes convocamos a más brigadistas; y pese a la hora de la madrugada llegaron varios (algunos con dificultades pudieron acercarse a la calle, porque nos indicaron que el propio ejército había cerrado vialidades cercanas que no tenían derrumbes), y de pronto ya éramos más de cien personas ocupando el perímetro y socializando la farsa. Se pararon las maquinas como si algo hubiera servido nuestra presencia y extrañamente un chavo que llegó repentinamente sin que nadie lo conociera (con chaleco militar) jaló a una brigadista que apenas acababa de llegar sin conocer mucho lo que había pasado, y pasaron con un militar a la zona de los escombros. Al salir el chavo que nadie conocía, pero que aseguraba ser voluntario, nos dijo que los militares se encontraban haciendo una excelente labor y que a él le constaba, que estábamos del mismo lado y que los familiares ya habían autorizado las obras. Nos desalentamos, creímos la versión, e incluso uno de los que se dijo familiar –que no era el papá ni el esposo que conocimos antes- se acercó y nos dijo que ellos agradecían la ayuda pero que el gobierno era profesional y estaba haciendo bien su labor.
- 5. Otro acto similar, se dio en los grupos de whatss y redes sociales que llamaban a apoyar a zonas, en las que no había ocurrido absolutamente nada, sin embargo en esas zonas también interceptaban a los contingentes de voluntarios –igual personas con chaleco militar, gente que se decía voluntario- y les ofrecían llevarlos a otras zonas donde supuestamente se requería la ayuda, y después de recorrer horas les decían que mejor se fueran a sus casas. Pasó que al revisar las redes sociales o los grupos de whatss y cerciorarse que quienes generaban las opiniones a favor del gobierno y encausaban los liderazgos de dirección o convocatoria eran los mismos.
- 6. Varias dudas me surgen, como preguntarme porqué había militares armados en zonas donde no había tiendas, refugios y que no viene al caso una metralleta. Igual del porqué muchos edificios de menos de diez años de construidos se derrumbaron por completo.
Todo esto me hace pensar que la falta de claridad por parte del gobierno y el aparente control de la buena intención ciudadana por ayudar (y también de los familiares de las víctimas) obedece a un interés por disminuir que se audite o que se vigile desde la sociedad civil lo que se está haciendo y lo que se ha hecho mal. No encuentro más razón que la administración del conflicto, con el fin de capitalizarlo desde el gobierno, muy lejos de ayudar a las víctimas y cuidar la seguridad de las personas.
Lo platicado, no es lo único que me sucedió, y tampoco fui al único que le sucedió, conocí otras personas que me contaban historias iguales en los sitios de derrumbe de cada parte de la Ciudad. Es viable dudar, contrario a la idea del acto administrativo de “buena fe”, ya que por estos indicios tenemos derecho a desconfiar y el gobierno tiene la obligación de ser transparente. Teniendo la carga de la prueba de que lo que hace o deja de hacer es lo más correcto.
La organización de los brigadistas, voluntarios libres que solo tienen la mejor intención de ayudar se ha visto manifestada en muchas actividades, una de ellas debe ser, sin duda, exigir cuentas, de la forma y maneras en que se llevan a cabo las actividades de ayuda derivadas del terremoto. Dudar, preguntar, informar es una obligación ciudadana y también un derecho. Sirva pues, ésta réplica, de pretexto para ejercer la libertad de expresión, que mucho hace falta. Que una tragedia de la naturaleza no se convierta en asesina de la verdad.